Cada día hay más gente que critica contra la banalización de la información ofrecida por los Medios de Comunicación. Cada día hay más gente que clama contra la frivolidad de la política. Cada día hay menos gente que valore positivamente la profesión de periodista. Cada vez hay menos gente que aprecie la profesión de político. Cada día baja un poco más la tirada y difusión de los Medios de Comunicación. En cada convocatoria electoral baja el grado de participación ciudadana. Son cuestiones aisladas? ¿Hay alguna relación de causa a efecto entre unas y otras?
Yo conozco un montón de políticos y de periodistas de piedra picada, honrados hasta el tuétano, trabajadores inagotables, sabedores de la importancia social de su oficio. Y me indigno cada vez que oigo una descalificación global, desinformada, de barra de bar, de predicador de sauna de barrio. Pienso que todas las condenas generalistas son fruto de la soberbia de los ignorantes, de su necesidad de afirmación.
Pero también es verdad que hay casos concretos de políticos y de periodistas, desgraciadamente cada día más, que abonan estas actitudes injustas que claman al cielo y piden justicia. Afortunadamente, hay justicia.
Pero, al tanto, la justicia lo tienen que hacer los jueces. No los periodistas, ni los políticos, ni una alianza concertada entre «justiciaires» de ambos gremios. Ni los Medios deben condenar a nadie ni los jueces deben limitar la libertad de expresión. Pero, ¿dónde llegan los límites de unos y otros?
Para hablar de ello, celebraremos un debate sobre la llamada «condena mediática» el 3 de diciembre en el Colegio de Abogados de Barcelona. Seguro que se podrá aprender algo.
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