Reconozcámoslo. A los que nos gusta la política, nos pasamos el día hablando de los ciudadanos (y dirigentes) estadounidenses. Que si Reagan, que si Bush, … que si Obama. Que si los estadounidenses hacia aquí, que si los estadounidenses hacia allí. Al parecer (y por mucho que las potencias emergentes ganen cada vez más peso) siguen siendo el centro del mundo, pero creo que todos juntos hacemos la raya. Y más si hay elecciones de por medio. No hay que irse muy lejos.
El coronamiento mediático del líder afroamericano es un buen ejemplo reciente. La cobertura que hicieron los medios de comunicación europeos fue más allá de toda lógica. Sobre todo si nos ponemos a compararla con el acercamiento reduccionista (al menos en España) que a menudo dedican a la política internacional de todas partes. Durante el año, el espectador (y, en menor medida, el lector) recibe estímulos, flashes informativos, de infinidad de lugares del planeta, pero nunca sabe muy bien qué pasa. Ni siquiera en territorio yankee. El impacto prima sobre la reflexión, la imagen sobre la palabra. Y nosotros, además, nos creemos lo suficientemente sabios como para opinar. ¡Qué tentadora la ignorancia!
Por todo ello, quería reivindicar aquí el rigor, el análisis, el conocimiento (en definitiva) de un periodista tan celebrado como Xavier Batalla de quien, después de compartir una comida informal, sólo tengo palabras positivas. Su largo recorrido como corresponsal internacional es un aval más que suficiente, pero charlar en ella (o leer sus esclarecedores artículos) significa detener la maquinaria informativa, observar la realidad con perspectiva y acercarse a una materia concreta desde la pedagogía y la cordialidad; virtudes que a menudo echamos de menos a unos medios cada vez más incendiarios y desorientados.
El motivo de la conversación con el periodista de La Vanguardia (si aún no lo habéis averiguado) era el estado de la política estadounidense y, más concretamente, el tratamiento de las dos caras de la administración Obama. La positiva, la conocemos de sobra por sus discursos. La negativa, empezamos a descubrir ahora. Aunque, claro, es muy fácil hablar (o criticar) desde la distancia. Una opción cómoda de la que Batalla se desliza con inteligencia, contrastando los datos y partiendo de fuentes de primera mano. Y es que para entender los Estados Unidos (un continente en sí mismo, que no te lo acabas) no sólo tenemos que viajar sino tocar las teclas adecuadas y contemplar la amplia gama de opiniones que allí surgen.
Por lo tanto, desde aquí me rebelo contra las categorizaciones genéricas, contra los prejuicios y contra las respuestas sencillas. No existe una sola identidad norteamericana. Ni de cualquier otro país. La prensa seria, si es que aún espera marcar la diferencia en la sobreabundancia informativa actual, debería saberlo. Escurrir el bulto y dejarse llevar por las tendencias significaría una pérdida irreparable. Informar es también formar, contextualizar, educar y cuestionarlo todo. Tal como hace Xavier Batalla.
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