Dicen algunos historiadores que la actual bandera española (ha habido otras) es una síntesis cromática de la bandera catalana, históricamente anterior. La explicación sería ésta: las cuatro barras eran la bandera del tercio noble de la Generalitat medieval, y eran utilizadas como estandarte por la marina militar catalanoaragonesa en sus puentes de mando. En aquellos tiempos, parece ser que la marina castellana era prácticamente inexistente y no empezó a dejarse ver hasta el descubrimiento de América. Conste, sin embargo, que la bandera del tercio gremial y menestral de la Generalitat de Catalunya era la de Sant Jordi, una cruz roja sobre fondo blanco que aún hoy luce con orgullo en el escudo de la ciudad de Barcelona… y en el del Barça.
Dicho eso, es de destacar el hecho de que ambas versiones, de dos y cuatro barras rojas (de sangre) sobre fondo amarillo (de oro), representativas de distintas sensibilidades políticas e identitarias de nuestros conciudadanos, hayan podido coexistir en días inmediatamente sucesivos en calles y plazas de Catalunya sin ningún asomo de rivalidad ni mucho menos de violencia, que tal vez en otros parajes hubieran sido inevitables. ¿Ponemos un ejemplo? Pues pongamos Bélgica.
Desde luego, es para celebrarlo.
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