El periodista y profesor universitario Ramon Miravitllas acaba de publicar un libro titulado “Anatomía de la Crispación”, que es una recopilación de acusaciones, insultos e invectivas entre muchos de nuestros profesionales de la política. En la solapa posterior del libro podemos leer que “estamos bajos de defensas cívicas y morales; necesitamos protegernos de la intoxicación masiva… nos urgen palabras y hechos decentes que nos devuelvan… el sentido respetable de la política y la comunicación”.
Muy de acuerdo, amigo Miravitllas, pero sabiendo como sabemos que la crispación se ha convertido en un producto de la industria del entretenimiento, la pregunta es: ¿Aún estamos a tiempo de hacerla caer, como hemos visto caer o medio caer a algunos supuestos medios de comunicación que le han hecho de escenario?
¿Es razonable pagar impuestos para sostener este espectáculo deplorable? ¿Cuánto le cuesta al contribuyente esta pérdida inútil de horas de trabajo? ¿Vale la pena mantener sistemas de gobierno que permiten el acceso de personas como Trump, Netanyahu, Milei, a cargos de tan alta responsabilidad?
El primer ministro británico Winston Churchill dijo que la democracia era la peor forma de gobierno, a excepción de todas las demás, pero la verdad es que todavía no se ha inventado ninguna que la pueda mejorar. Y las primeras víctimas de esta situación son los políticos de raza que no buscan salir en los periódicos, sino hacer bien su trabajo. Que los hay, y muchos.
Gente que conocemos, que se levanta muy temprano y vuelve a casa muy tarde, que se lleva trabajo a casa o dedica los fines de semana a eso que llaman “hacer territorio”. Gente que sacrifica horas de ocio e incluso de matrimonio y de paternidad para sacar adelante proyectos útiles para todos. Gente capaz de llegar, incluso (¡oh, sacrilegio!), a acuerdos con políticos de otras formaciones pensando más en el bien común que en el célebre banco de favores de Tom Wolfe.
La lástima es que esta gente es anónima, como también suele serlo el periodista que no se conforma con recoger declaraciones más o menos explosivas de unos y otros, sino que investiga, contrasta y no publica hasta que no está razonablemente seguro de lo que va a contar.
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¡Que paséis un buen mes de julio!