La declaración del Presidente Rajoy ante el tribunal del caso Gürtel nos ha dejado una imagen semiótica -recogida por todos en los Medios de Comunicación (MMCC), digna de ser comentada: Rajoy declaraba sentado en una mesa desde donde dominaba la sala, a la misma altura de la mesa de presidencia. Se podría hablar, visualmente, de una copresidencia.
Hasta hace poco, el mundo de los medios de comunicación (MMCC) era un perímetro cerrado donde todo el mundo quería entrar a dar su opinión, aunque fuera a través de las célebres «cartas al director». Que te publicaran una era motivo de conversación y prestigio, por lo menos vecinal. Hoy día, los MMCC convencionales continúan siendo los mayores dispensadores de prestigio (o desprestigio) social, pero ya no son la única vía para expresar determinadas informaciones u opiniones. Es el tiempo de las redes sociales.
Como el Paseo de Gracia del siglo XIX, los MMCC del siglo XX eran el mejor escaparate público de la vanidad ciudadana. Ahora el escaparate se ha hecho muy grande y la lucha de los medios para destacar en él es bien patente. Para estar ahí, para existir, hay que hacer un gran esfuerzo. Dice el comunicólogo Toni Aira que «o comunicas, o te comunican«. Es decir, que si tienes o quieres tener una cierta relevancia pública y no controlas tu comunicación personal, corporativa o social, ya habrá quien lo haga por ti, con las consecuencias imprevisibles que ello conlleva en una comunicación global y multicanal como la que nos actualmente nos rodea.
Comunica el discurso, el entorno, el estilo de vestir, el gesto y la mirada. No es lo mismo hacer declaraciones desde un despacho o un salón noble que a pie de calle. No es lo mismo dirigirse a los ciudadanos de arriba a abajo que a su mismo nivel. No es lo mismo «vender» un relato a un público objetivo integrado por ejecutivos de empresa que «venderlo» a los posibles votantes o compradores de un producto de gran consumo, ya sea material o ideológico.
Todo el mundo conoce, o debería conocer, las reglas no escritas de cada espacio comunicativo. Cuando el presidente del gobierno habla en un entorno cómodo, conocido y amigable, no comunica con la misma serenidad que cuando lo hace en terreno inhóspito. Es distinto hacerlo desde un hemiciclo donde dispone de todos los recursos a su alcance y donde buena parte de los presentes la aplaudirán todas las gracias, que desde el centro de un pasillo rodeado de micrófonos inquisitivos y sin argumentarios a la vista.
De qué se trata entonces? Pues se trata justamente de entrenarse para conocer las reglas semióticas de cada espacio, para conseguir convertir estos espacios en zonas de confort, para establecer unas relaciones de confianza que nos permitan comunicar de manera directa, noble y eficiente, en clave social y colaborativa.
Para cambiar, en definitiva, de paradigma y aceptar que la persona es el mensaje y que la comunicación, como la gimnasia o el yoga, es una disciplina que hay que practicar, habiendo aprendido antes las reglas. Se llama coaching o, más llanamente, formación de portavoces.
Como escribe Antoni Tabucchi en su novela más famosa, “Sostiene Pereira“, el viejo periodista desencantado de Lisboa dijo que “tal vez se puede hacer todo, solo hace falta tener la voluntad de hacerlo”.
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