El 25 de mayo de 2014, la artista luxemburguesa Deborah de Robertis escandalizaba a los ujieres del Museo de Orsay, en París, con una «performance» francamente provocativa. Bajo el cuadro «el origen del mundo» de Gustave Courbet, replicaba en vivo y en directo el motivo principal de la pintura: una vagina cubierta de pelo púbico. La acción provocó la reacción esperada. Unos se llevaban las manos a la cabeza y otros se lo pasaban en grande intentando fotografiarla. Objetivo cumplido! Las contradicciones del sistema al descubierto. Tan al descubierto como aquella inocente representación pilosa que la convención admitía como pintura colgada en la pared de un museo, pero no entre las piernas abiertas de una mujer de treinta años, que además, se abría de labios a la vista de todo el mundo. «Ouvrir mon sexe c’est ouvrir la toile» declaraba la artista, tras ser amablemente invitada a abandonar el Museo.
Pasados más de dos años de aquella ocurrencia, Barcelona también ha vivido su «performance». Esta vez de contenido más político que moral. Una especie de «happening», como dirían los nostálgicos de los años setenta y ochenta, que ha trastornado la ciudad o, por lo menos, sus tertulias de radio y televisión. Se trata, como ya se sabe, de la exposición «Franco, Victoria, República. Impunidad y espacio urbano», organizada bajo diseño museográfico de la arquitecta alemana residente en Barcelona Julia Schulz-Dornburg, que incluía (ya no lo hece) una escultura decapitada del general Franco montado a caballo.
Huelga explicar qué ha pasado con la obra de Josep Viladomat ni las reacciones viscerales que ha provocado el fenómeno. Aquí, si me lo permiten, sólo recordaremos el significado cultural de la palabra «happening»,. que es la siguiente: «manifestación artística en el ámbito de la música, el teatro o las artes plásticas que se caracteriza por la participación espontánea o provocada del público». ¿De acuerdo? Pues vale.
Cosa distinta es que haya intenciones partidistas en la elección del escenario de los hechos, que seguro que las hay. Pero ante este inconveniente, se nos aparecen dos preguntas interesantes. Primera: es lícito hacer una exposición condenatoria del franquismo en el santuario nacional del Born? Segunda: es lícita la existencia de santuarios inviolables a cualquier otra actuación artística que se pueda desarrollar ahí?
Desconocemos las respuestas, naturalmente. Pero tal vez sería conveniente reflexionarlas. Y pensar también si no será que el franquismo, de hecho, comenzó a germinar y actuar en Cataluña a partir de aquel infausto once de septiembre de 1714.
Si fuera así, quizás resulte que todo el relato acaba cuajando.
Pero, claro, alguien habría de saber, que sin una buena comunicación no hay relato que valga. Y esa, desde nuestro punto de vista, es la madre del cordero.
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